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sábado, 15 de junio de 2013

La princesa que no se reía nunca

La princesa que no se reía nunca
Hace tiempo había un leñador que tenía tres hijos. Estaba muy orgulloso de sus hijos mayores, pero creía que el más pequeño era un tonto.
Un día el mayor de sus hijos salió a cortar leña en el bosque. Su madre le dio unas deliciosas tortas para el almuerzo.
No había andado mucho cuando se encontró a un hombre muy pequeñito que le dijo: - Buenos días, amigo. Veo que tienes bastante para comer.  ¿Me quieres dar un poquito?
-          De ninguna manera, - contestó el hijo mayor - puede que no tenga suficiente para mí. Y siguió su camino, dejando al hombrecito detrás. Comenzó su trabajo, pero al primer golpe del hacha se cortó en un brazo.
Al día siguiente el hijo segundo se dispuso a ir al bosque y su madre le dio un rico bizcocho para el almuerzo. En el bosque se encontró con el mismo hombrecito que le pidió un pedazo de bizcocho.
-          No - exclamó el hijo segundo, -puede que no tenga suficiente para mí. - Y dándole la espalda comenzó a derribar un árbol. Al primer golpe se dió tan fuerte en una pierna que se hizo una gran herida.
A la mañana siguiente el hijo más pequeño dijo su padre: - No tenemos leña para el fuego, y mí dos hermanos se han cortado al tratar de conseguirla. Permite que coja un hacha y veré si yo tengo mejor suerte.
-          ¡Tú! - Exclamó el padre, -  tú no sabes nada de cortar árboles.
-          Déjame que trate, - replicó el muchacho, con tanto interés que por último el padre consintió. Su madre le preparó un pequeño bizcocho para el almuerzo, y el muchacho emprendió su marcha.

Una vez en el bosque se encontró al mismo hombrecito, quien le dijo: - Tengo mucha hambre. Dame un pedazo de tu bizcocho.
-   Con mucho gusto, - dijo el muchacho. - El bizcocho no es muy bueno, pero me será grato que tú también, comas de él. Se sentaron juntos y grande fue la sorpresa del muchacho al ver que el bizcocho que tenía en la canasta era muy grande y sabroso.
-         Cuando se lo comieron todo, el hombrecito dijo:
-  Tienes muy buen corazón y debes ser recompensado. Corta ese árbol y entre sus raíces encontrarás algo que te gustará tener.


Desapareció el hombrecito y el muchacho tomó el hacha y cortó el árbol. Entre sus raíces encontró un ganzo con plumaje de oro. Lo cogió y se dirigió a una posada. El dueño tenía tres hijas, y cuando éstas vieron el ganso lo quisieron para ellas. A medianoche, la mayor de las hijas  se levantó y dirigió hacia el cuarto donde estaba el ganso. Y se dijo: - Por lo menos tomaré una pluma de oro. Pero tan pronto como tocó el ganso se le quedó la mano completamente pegada y no pudo retirarse de allí. Poco después la hija segunda vino también al cuarto y al ver a su hermana en grito: -¡Que codiciosa eres; querías todas las plumas para ti! Pero cuando trató de despegarla del ganso se quedó ella también unida a su hermana y tampoco pudo retirarse de allí.
Entonces vino la hermana menor y al ver a su dos hermanas juntas se incomodó mucho, ya que ella también quería poseer algunas de las plumas de oro. Si agarró a su hermana segunda y tiro de ella, pero en el momento se quedó adherida al grupo. En ésa posición tuvieron que quedarse toda la noche.

Por la mañana temprano el muchacho tomó el ganso bajo el brazo y salió de la posada. Las tres hijas del posadero se vieron obligadas a seguirle, pues sus manos estaban completamente pegadas.
No habían andado mucho cuando dos hombres le gritaron al muchacho: -¡Detente! ¡Dales libertad a esas tres doncellas! Pero como el muchacho no contestara se agarraron ellos a las muchachas y trataron de despegarlas. Al momento se quedaron ellos también unidos y se vieron obligados a seguirlas.
Encontraron a muchos otros en el camino que intentaron ayudarlos, pero les sucedió lo mismo. Por último la línea de hombres y mujeres que seguían al ganso de oro era muy larga y estaban todos unidos, como si los hubiesen pegado con cola. El espectáculo era en extremo gracioso.
Así llegaron a una gran ciudad donde vivía el rey más poderoso del mundo. Este rey tenía una hija era tan desgraciada que nunca había reíd. Todo el día se la pasaba sentada junto la ventana, mirando tristemente hacia afuera.
Por último su padre se preocupó tanto que mandó a pregonar por las calles que cualquiera que quisiera reír a la princesa podía casarse con ella.

Sucedió que la princesa estaba sentada junto a su ventana cuando pasó por la calle el muchacho con su ganso de oro. Cuando vio la princesa la línea de hombres y mujeres que le seguían y que trataban de soltarse sin poder, estuvo habiéndose hasta que las lágrimas corrieron por sus mejillas. Enseguida su dos ella corrió al reír a notificar las nuevas. El rey estaba tan contento envió a sus criados a que carecen el muchacho a su presencia. Entre muchacho con su ganso de oro, y muy pronto se celebraron a bodas. El hombrecito vino la bodas y separó al ganso y a los que se le habían pegado.
De esta manera el hijo menor de leñador llegó a ser un gran príncipe y vivió poderoso contento el resto de su vida.

                       Fin

   Peter Christen Asbjornsen

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