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martes, 30 de abril de 2013

El Mercader y el Burro

El Mercader y el Burro

Viajaba un mercader de pueblo en pueblo con un burro, en el que conducía objetos de comercio. Un día que llevaba una gran carga de sal, tropezó el burro y cayó en un río, a levantarse, notó con alegría el animal, que la carga pesaba menos. Parte de la sal se había derretido en el agua del río.
Volvió atrás el comerciante y compró más sal, hasta completar la carga; pero el burro fingió que tropezaba otra vez al pasar por el río, se sumergió en el agua y volvió a salir aligerado de peso.
El comerciante conoció el engaño y quiso pagar al burro con otra mala partida.
Compró, al efecto, una carga de esponjas, y dejó que el animal pasase con ellas por el río.
Llegar y tropezar fue cosa de un solo momento. Pero esta vez notó el burro con sorpresa que la carga pesaba más que antes de mojarse.
Las esponjas habían retenido en sus celdillas gran cantidad de agua del río.
Trató de engañar nuevamente a su amo, y sólo consiguió engañarse asimismo.
Fin

jueves, 25 de abril de 2013

El burro flautista

El burro flautista

Esta fabulilla,
salga bien o mal,
me ha ocurrido ahora
por casualidad.

Cerca de unos prados
que hay en el lugar
pasaba un borrico
por casualidad.

Una flauta en ellos
halló, que un zagal
Se dejó olvidada
por casualidad.

Acerco se a olerla
el dicho animal,
y dio un resoplido
por casualidad.

En la flauta el aire
se hubo de colar,
y sonó la flauta
por casualidad.

-¡Oh! – dijo el borrico.
¡Qué bien se tocar!
¿Y digan que es mala
la música asnal?

Sin reglas del arte
Borriquitos hay
que una vez aciertan
por casualidad.

Fin

IRIARTE

sábado, 20 de abril de 2013

La codicia rompe el saco

La codicia rompe el saco

Un limosnero iba de puerta en puerta implorando la caridad pública. Nada poseía el infeliz salvo el palo en que se apoyaba y un saco muy viejo y casi siempre vacío que cargaba sobre los hombros.
En cierta ocasión salió de la ciudad a recorrer los campos vecinos y al pasar por el frente de una hermosa casa, a cuya puerta ni siquiera podía arrimar, por la verja que le cerraba el paso, comenzó a quejarse amargamente de su suerte.
-¿Por qué - se preguntaba - los ricos nunca están satisfechos con lo que poseen, sino que por el contrario, siempre desean más?
Aquí, por ejemplo, vivía un hombre a quien conocí muy bien. Tenía un negocio bastante lucrativo; pero lejos de contentarse con eso, prestó dinero a interés, abrió varias tiendas y logró hacer una gran fortuna. Engreído con su prosperidad quiso todavía más; y entró en especulaciones peligrosas, y al poco tiempo lo arruinaron por completo. En cuanto a mí, si tuviera solamente lo necesario para comer y vestir me sentiría  satisfecho.
Precisamente en aquel instante, la Fortuna, que pasaba por la carretera, vio al pordiosero y se detuvo.
- Escucha - le dijo - hace tiempo que deseó ayudarte. Abre tu saco y sostenlo para recibir el oro que voy a darte; pero ha de ser con una condición. Todo lo que caiga dentro del talego será oro, pero cada moneda que llegué caer al suelo se convertirá inmediatamente en polvo. ¿Estás enterado?
-Sí, sí, comprendo - contestó el pordiosero.
- Entonces ten cuidado; tu saco es muy viejo; no lo cargues demasiado.
Lleno de gozo, abrió el pordiosero la boca del saco, e inmediatamente cayó en él un torrente de monedas de oro.
-¿Basta ya? - Preguntó la Fortuna.
-Todavía no.
-¿No temes que se reviente el saco?
- No hay temor alguno.
Hecho la fortuna otro puñado de monedas, y luego otro; el talego comenzó a pesar de un modo excesivo. Las manos el pordiosero temblaban de emoción.
¡Ay, que no durase siempre aquel río de oro!
- Es el hombre más rico del mundo.
- Un poquito más - exclamó el pordiosero. -Echa otro puñado listo.
- Hay demasiado. Podría ganarse el saco.
-¡Un poquito más, nada más que un poquito!
Cayeron otras monedas y el saco se rompió. Este sólo por tierra, convirtiéndose inmediatamente en polvo. Desapareció la Fortuna, y el pordiosero se quedó sólo y desesperado en medio del camino.

Fin

IVA KRILOFF.

lunes, 15 de abril de 2013

Examen de Aritmética


Examen de Aritmética
 El examinador con toda flema
pone al examinando este problema;
tres muchachos glotones
reciben de su padre en las mañanas
mil ochocientos tres melocotones
y seiscientos melones.
Dígame usted, señor examinando,
¿qué es lo que corresponde a cada uno?
Quedó reflexionando
en la cuestión numérica el muy tuno,
y respondió con aire convincente:
¡Alguno indigestión, seguramente!

Fin 

Alfredo Larrazábal

miércoles, 10 de abril de 2013

Cuento Andaluz

CUENTO ANDALUZ

 Cerca de san Sebastián
estaba de centinela
sin temor y sin cautela
la víspera de San Juan;

Cuando observé a poco trecho
un toro como un gigante
más grande que un elefante
que vino hacia mí derecho.

Yo que en peligro me vi,
me colé por un reducto
y por el mismo conducto
entró el toro tras de mí.

Salgo del reducto y ¡Zas!
En una casa cercana
me metí por la ventana
y el toro siempre detrás

De la casa sin desdoro
aunque el caso no se crea,
salí por la chimenea,
y siempre detrás el toro.

¿Qué hice entonces? Me encogí
y me metí en el cañón
de mi fusil ¡Trapalón!
Y el toro detrás de mí.

Más no por eso aturdido
quise entregarme, lo juro:
Cuando me vi en tal apuro
me salí por el oído

-¡Válgame Cristo! ¡qué miedo!
-¿Pues cómo, ¡voto a Caifás!
No salió el toro detrás?
-Porque tapé con el dedo.

Fin