El
Ciego y el Cojo
Un ciego y un cojo estaban una vez descansando a la
sombra de un árbol, a orillas de un camino que conducía a una ciudad cercana.
- Quisiera ir hasta la ciudad - dijo el cojo - pero no me es posible andar.
- Yo también tengo muchas ganas de ir - dijo el ciego - pero no tengo vista.
- Juntémonos entonces -
exclamó el cojo.
- ¿Y qué vamos a ganar con eso? - replicó el ciego
- ¿No comprendes?
- dijo el cojo. - Yo puedo poner la vista y tú los pies.
Convinieron en el trato, el cojo se subió en los hombros
de ciego, y, desde allí, le servía de guía cuidadoso, avisándole cuando se
presentaba algún tropiezo en el camino, hasta que llegaron a la ciudad.
Fin
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